
Comenzó por adelantar a Kimi al termino de la curva dos. Perdió el puesto en la recta de atrás gracias al mejor motor del Ferrari y al rebufo que le prestaba el holandés. Pero a partir de ahí comenzó la exhibición del joven piloto; con DRS o sin él, por fuera o por dentro, pero siempre en la curva 1, Max eligió ese sitio para quitarse de forma insospechada a todos los rivales que se pusieron en su camino. Primero fue Kimi, por el exterior al inicio de la tercera vuelta. Un giro después fue Vettel, con ambos usando DRS, por mor de una frenada tardía y tirándose por el interior como un poseso y tras unas pocas vueltas, en la 10 cayó Bottas para ponerse segundo y demostrar que no solo el Red Bull era el mejor coche del día, sino que iba a por la victoria.
Ferrari amagó con entrar y a Mercedes le entraron las prisas. Metió a Bottas a boxes para evitar el acoso de los de Maranello. Hamilton entró en la vuelta siguiente pero los dos Red Bull se quedaron fuera gracias al magnifico ritmo que mantenían con los superblandos y de esa manera empezaron a construir su segunda parte de la carrera. Hamilton no lograba un buen ritmo con sus gomas nuevas y Max le arrebataba poco a poco la ventaja. A media carrera, poco después de que pararan los Ferrari, Max entró a boxes y aunque salió a tres segundos del inglés, sus gomas y sus manos, se encargarían de reducir esa diferencia hasta que en la vuelta 39, adelantó a Hamilton en plena recta. Con una firme defensa en la recta de atrás, Max certificaba el liderato y prácticamente sellaba la victoria.
Lo que pasó entonces entra en el terreno de las cosas que tiene la Fórmula Uno. No fue la fiabilidad, el talón de Aquiles de Red Bull. No fue el cielo, que aguantó sin descargar a pesar de estar amenazante durante toda la tarde. Fue, tal vez, esa fortuna que ha parecido acompañar durante casi todo el año a Hamilton. O fue, tal vez, el karma familiar. Hace 17 años, Jos Verstappen, el padre de la criatura, se llevó puesto a Juan Pablo Montoya el día en que el colombiano, en apenas su tercera carrera, iba a conseguir su primera victoria. Jos acababa de ser doblado, pero en la frenada arrolló a Montoya y acabó con la carrera de ambos. En esta ocasión, Esteban Ocon también tenía una vuelta perdida, pero en su caso el doblaje se produjo en boxes; Ocon salió del pit lane unos metros por detrás de Max y, con superblandos nuevos, tenía dos vueltas mágicas. Al final de la segunda, su ritmo era tal que podía desdoblarse de Verstappen. Y entonces, surgieron las preguntas. ¿Por qué Ocon intentó recuperar la vuelta frente a Max, si en la siguiente curva hubiera recibido banderas azules y a la siguiente vuelta, con las gomas ya habiendo perdido su toque, hubiera sido rebasado?. ¿Por qué ocho años después de la introducción del DRS, un sistema pensado para cambios de posición, sigue vigente lo que es claro error, y es que un líder puede activarlo para doblar y un doblado puede activarlo para desdoblarse?. Incluso algunos se preguntan: ¿por qué Verstappen decidió cubrir su posición y luchar, en vez de dejarle marchar?. Lewis, antes de subir al podio, le dijo a Max una realidad difícil de aceptar, “tu eras el que más tenías que perder”. Y es que es muy complicado saber, como sabía Verstappen, que llevaba razón, que lo que hizo Ocon es irracional, que el holandés no tenía la culpa…. y sin embargo no tomó la decisión correcta. Todo el mundo se ha preguntado qué le pasó a Ocon por la cabeza, casi todo el mundo dicen que el culpable es él y no el #33…. pero solo la experiencia te hace darte cuenta que en ocasiones es mejor perder una batalla, aunque la razón te asista, y ganar la guerra.

Pero nada de eso importaba ya, todos seguíamos estupefactos ante lo que acabábamos de ver. Una actuación legendaria, una victoria para el recuerdo nos acababa de ser arrebatada por un error impropio de un Ocon que en estos 2 años se ha caracterizado por no cometer apenas fallos y que se está despidiendo de la Formula Uno de una manera con la que pocas puertas se la abrirán para su futuro inmediato. Lo que pasó después, empujones incluidos, no hizo sino afear lo que había sido un espectáculo mayúsculo del #33 hasta que se bajó del monoplaza. Con apenas 21 años, todavía quedan días en los que se puede aprender. Solo cuando Max termine de alcanzar a ese piloto al que tanto se parece, Lewis Hamilton, comprenderá cómo, con 33 años, se puede ganar una, otra y otra carrera como por ensalmo. Incluso en lo que, según dicen desde el equipo, fue una carrera al limite del motor (“el fallo era inminente”), todo le salió de cara al pentacampeón del mundo.
fuente: diezcilindros.com
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